Alcira (en valenciano y oficialmente Alzira) es una ciudad de la provincia de Valencia, en la Comunidad Valenciana (España). Es capital de la Ribera Alta del Júcar y cuenta con 44.756 habitantes (censo 2010).
Debido al desarrollo demográfico y urbanístico del último siglo, los cascos urbanos de Algemesí, Alcira y Carcagente se encuentran en la actualidad prácticamente unidos, formando de hecho una conurbación con cerca de 95.000 habitantes,[cita requerida] siendo el segundo núcleo de población de la provincia de Valencia, tras la capital y su área metropolitana, y el sexto de la Comunidad Valenciana, tras las tres capitales de provincia, Elche y Torrevieja.
Historia
A pesar de la cantidad de yacimientos prehistóricos hallados -del paleolítico las casas de Xixerá y la cova d'Alfons; del neolítico la cueva de las Arañas y la cueva de los Gatos; de la edad de bronce la montaña Assolada y las casas de Montcada; de la época romana el almijar de San Bernardo y la necrópolis del camino de Albalat- los orígenes no están claros. Los historiadores y los estudiosos han manifestado sus opiniones de manera dispar. Para algunos la ciudad es la sucesora de la Sucro ibérica; otros buscan sus precedentes en las villas romanas (Materna, Vilella, Casella, etc.) y señalan una concentración de la población en el núcleo de la villa; por último están los que, de la misma forma, señalan esa concentración pero a partir de las alquerías musulmanes repartidas por el término.
Fue fundada por los árabes con el nombre de Al-Yazirat Suquar (en español, La Isla del Júcar).
Durante el dominio musulmán, Alcira fue una población muy importante que llegó a tener gobernación propia. Con los almorávides fue foco destacado de diversas rebeliones contra los cristianos y con el intento de unificación almohade pasó a declararse partidaria de estos. La villa, baluarte completamente amurallado, contaba con unas cuantas mezquitas, casas de baño, molinos, etc. El tratado geográfico de Al-Zuhví, escrito hacia el 1147, señala la existencia en Alcira de un grande puente de tres arcos, obra antigua y de excelente factura, así como que sus habitantes eran gente acomodada. De entre los alcireños de la época destacan los literatos Ibn Jafaya, Ibn Amira, Abu Bakr Ibn Sufyan Al-Majzumi, Abu L-Mutarrif Ibn Sufyan Al-Majzumi y Abu Al-Rahaman Ibn Sufyan Al-Majzumi, el médico y filósofo Ibn Tumlus, los jurisconsultos Ben Abil Kasal y Abu Baker, el historiador Algapheker abu Abdalla, y el matemático Ben Rian, entre otros.
El 30 de diciembre de 1242 reconquistó la ciudad el rey Jaime I de Aragón, en un episodio fundamental para la conquista del nuevo Reino de Valencia, ya que Alcira era la única ciudad por la que podía cruzarse el río Júcar, de ahí su lema Claudo regnum et adaperio (Abro y Cierro el Reino). El soberano concedió a la villa infinidad de privilegios, entre los que destacó el de mero y mixto imperio, con jurisdicción en causas civiles y criminales, sobre cuarenta y dos municipios, así como el título de Coronada y Fidelísima Villa Real. Su rango de villa real le dio voto en las Cortes del Reino de Valencia.
La vinculación del conquistador con la ciudad fue grande. Jaime I pasaba largas temporadas en Alcira, por la que sentía especial predilección, en la casa-palacio que popularmente recibió el nombre de Casa real o del rey o Casa de la Olivera. Actualmente está en marcha un proyecto para la recuperación y conservación del edificio. Su segunda esposa, doña Violante de Hungría fundó en Alcira el Convento de Santa María de Montpellier, en memoria de la madre del Rey, que fue donado a la Orden cisterciense en 12742 y que desapareció tras la desamortización de 1820. Fue en Alcira donde, en 1276, el monarca abdicó en favor de sus hijos Pedro III el Grande, que heredó los reinos de Aragón y Valencia, y Jaime II, que heredó el Reino de Mallorca. En el trance de su muerte, como había dispuesto, Don Jaime fue amortajado con los hábitos del císter, orden a la que perteneció San Bernardo de Alcira, patrón de la villa. El episodio de la muerte del rey es controvertido. Según las crónicas, una vez hubo abdicado en Alcira, murió de camino hacia Valencia. No obstante otros, basándose en la Crónica de Ramón Muntaner señalan la residencia real de Alcira como lugar del fallecimiento, tras el cual fue trasladado ya cadáver a la capital del reino y posteriormente al monasterio de Poblet donde fue enterrado definitivamente.
Alfonso I, en 1286, le concedió la facultad de celebrar ferias. La villa tomó parte activa en la guerra de La Unión, participó en las Cortes del Reino y ejercitó un papel destacado en el Compromiso de Caspe.
Monasterio de La Murta. Centro de peregrinaje de personajes históricos.
Tuvieron convento en la ciudad los jerónimos (Monasterio de Santa María de la Murta, 1401), las agustinas (Santa Lucía, 1536), cuyo convento gozó de la protección de la reina Margarita de Austria, los franciscanos (Santa Bárbara, 1539), los trinitarios (San Bernardo, 1558), los capuchinos (La Encarnación, 1614), etc. De todos ellos, La Murta fue el cenobio más destacado, ya que había contado desde su fundación con la protección de importantes familias aristocráticas como los Serra, los Vich o los Vilaragut, así como importantes personajes del alto clero como el cardenal Cisneros o el patriarca San Juan de Ribera, y de la realeza, tras la visita y estancia en el monasterio, en 1586, del rey Felipe II, y sus hijos, el príncipe Felipe (futuro Felipe III de España) y la infanta Isabel Clara Eugenia (futura gobernadora de los Países Bajos).
Los siglos XVI y XVII supusieron un receso en el orden político y económico. Se segregaron de la villa: Carcagente, Guadasuar y Algemesí, y sufrió los efectos de la expulsión de los moriscos (1609).
En la Guerra de Sucesión Alcira se declaró partidaria del archiduque Carlos por lo que Felipe V, tras vencer la guerra, abolió todos sus fueros y privilegios. Durante la guerra contra los franceses, en 1811 se trasladó a Alcira la Junta de Defensa de la provincia. En 1814 la ciudad recibió la visita del rey Fernando VII.
En 1820 se crea el partido judicial de Alcira. En 1853 llega el ferrocarril a la villa. El 8 de agosto de 1876, Alfonso XII, en consideración a la importancia que por el aumento de la población y desarrollo de su industria y su comercio había conseguido la villa, le concedió el título de ciudad. En 1885, Alcira se prestó al insigne doctor Jaume Ferrán Clua para que experimentara la vacuna anticólera.
Placas conmemorativas de las visitas del papa Juan Pablo II y de los los reyes de España Juan Carlos I y Sofía al Santuario de Nuestra Señora del Lluch. Alcira
El dictador Francisco Franco visitó la ciudad en 1939, finalizada la Guerra Civil Española, realizando una segunda visita en 1947. El desarrollo de la industria así como el cultivo y comercio de la naranja, que devino en importante fuente de divisas para la economía nacional, motivó también la visita a la ciudad en 1961 del príncipe Juan Carlos de Borbón, futuro rey de España. En este contexto se celebró en 1964 el VII Centenario de la Acequia Real del Júcar bautizada por Jaime I en 1264 con el nombre de Acequia Real de Alcira; actos que fueron presididos por Cayetana Fitz-James Stuart, duquesa de Alba, que tributó en el Ayuntamiento un homenaje a la ciudad con una placa conmemorativa instalada en un muro del salón Noble. En 1970 el príncipe Juan Carlos realizó una nueva visita a la ciudad, esta vez acompañado por la princesa Sofía. Fueron llevados al Huerto de Rosales para contemplar los naranjales.
El Júcar, azote de la población, ha provocado daños a la ciudad a lo largo de su historia. Las riadas de 1320, 1473, 1779, 1864, 1982 y 1987, entre otras, son buen ejemplo, pero es el 20 de octubre de 1982 cuando se produjo una de las más trágicas páginas de la historia de Alcira: la Pantanada de Tous. La presa de Tous reventó y toda la comarca permaneció inundada bajo las aguas del Júcar, en un episodio que en estos momentos no está aún suficientemente aclarado. Durante esos días se produjo la visita de los reyes Juan Carlos I y Sofía y del papa Juan Pablo II al Santuario de Nuestra Señora del Lluch, desplazándose para ello en helicóptero hasta la explanada de la muntanyeta del Salvador, donde el sumo pontífice de la Iglesia Católica ofició una Misa.
Actualmente la ciudad viene marcada por un carácter tendente a la descentralización respecto de la capital, Valencia. Esto ha permitido que se hayan desarrollado los servicios necesarios (financieros, tributarios, jurídicos, comerciales, sanitarios y educativos) para dar cobertura a los alcireños y demás habitantes de las poblaciones circundantes y comarcas vecinas.